Palacio de Albaicin
El Palacio de Albaicín es también conocido como Casa para Doña Obdulia Bonifaz, quien comprara en el siglo XIX una casona solariega del siglo XVI para usarla en sus vacaciones estivales, principalmente.
Doña Obdulia compra una casona solariega con una amplia finca conocida como “la cerrada” que usó tal y como se encontraba hasta 1914, año éste en el que se produce una tremenda galerna que destruye parte de una gran terraza que se encontraba en el segundo piso (ahora el 3º). Tuvo que ser modificada y renovada prácticamente, dando lugar al edificio actual que se puede ver ahora, aunque éste también fue modificado posteriormente. Con esta obra, realizada entre 1914 y 1916 por el prestigioso arquitecto castreño Leonardo Rucabado en estilo montañés, se añaden la torre, el tercer piso sobre la terraza antigua, la solana, los machones, añadidos laterales y un gran escudo de Bonifaz en la fachada principal.
Es en 1913, cuando al yerno de Doña Obdulia, Don Cristóbal Pérez del Pulgar, se le concede por parte del rey Alfonso XIII el título de Marqués de Albaicín, al poco tiempo este palacio pasaría a ser propiedad de los Marqueses de Albaicín (hija y yerno de doña Obdulia). Desde entonces se sucedieron algunas reformas y acondicionamientos en el edificio, aunque fue la finca la que más cambios sufrió, transformada poco a poco por parte del Marqués en lo que hoy vemos, un gran jardín Botánico con más de 45 especies, algunas foráneas y otras autóctonas, una piscina, una pista de tenis y la huerta. También creó lo que hoy se conoce como “la casa de los pajaritos”, que pretendía ser el hogar de muchas aves, aunque finalmente ninguna lo llegó a utilizar.
Desde el año 1997 es propiedad municipal y fue transformada en la casa de cultura, sede de cursos de verano de música, de asociaciones españolas musicales y del SIANOJA. Un amplio y variado programa de actividades animan este palacio en periodo estival.
Salones, capilla, dormitorios, cocina, jardines… Es posible disfrutar de todo esto a través de las visitas guiadas que se realizan al palacio y que transportan a una una época diferente, en la Noja de antaño, la de las clases sociales altas que veraneaban en la Villa.
Casa Palacio de Velasco
En una céntrica plaza de la Villa y aledaña a la Iglesia, se encuentra este Palacio, uno de los más representativos de la Villa. Por su factura y su historia, es además uno de los lugares emblemáticos de Cantabria, ya que por delante de su fachada pasaba el camino Real.
Este conjunto monumental ha ido siendo modificado a lo largo de los años y desde su torre, posiblemente del siglo XII, cuyo interior fue destruido en un incendio, hasta llegar a su distribución actual, se fueron construyendo añadidos y nuevas alas hasta completar el edificio actual.
Allí han nacido y vivido, durante muchas generaciones, militares, clérigos, letrados y héroes que han dado renombre al pueblo de Noja.
Un viejo y gastado escudo con las armas de Castillo, que da paso a la torre, tiene a sus lados una leyenda que dice: «Casa y solar de Castillo, cabeza de vando de negretes, hermana de la que esta sita en castillo…»
En la edad media, las luchas «banderizas» enfrentaban familias en defensa o en contra de la Corona. Trasmiera no fue ajena, Noja tampoco, y Castillos, Velascos, Veneros y otras familias de alcurnia peleaban en función de sus alianzas y matrimonios. Giles y Negretes eran los bandos más influyentes en la comarca, y sólo la llegada de los Reyes Católicos, acabó con los poderes de estas facciones.
La casa de Velasco, -o de Castillo- dio caballeros de distintas órdenes y títulos nobiliarios. Entre ellos uno excepcional, el «Héroe del Morro de la Habana», don Luis Vicente de Velasco y Fernández de Isla, capitán de navío de la Armada Real que murió en defensa de España, ante la armada inglesa, el 31 de julio de 1762. Natural de Noja, fue tan admirado por sus enemigos británicos que cuando pasaban ante la costa nojeña disparaban salvas de honor. También fue honrado por la marina española en la que «siempre habrá un navío, llamado Velasco».
La casa-palacio está compuesta por un edificio que forma en «U», con la torre, un patio central, y una fachada con tres escudos, uno en el centro con las armas de Velasco y Castillo, timbrado con corona de marqués y montado sobre cruz de Santiago. Y dos escudos más, barrocos y muy adornados, con las armas de las familias Santelices y Fernández de Isla.
El primer Marqués de Velasco falleció soltero, por lo que fue un sobrino, don Iñigo de Velasco y Collantes, nacido en Noja en 1700 quien heredo el título.
Otra curiosa pieza, que se encuentra sobre la puerta que une las dos alas del palacio es un precioso reloj de sol de doble esfera, una de ellas en posición ortogonal, apoyada en la fachada, y otra cenital, colocada en la terraza.
Casa Palacio El Carmen
Situada en el Barrio de Fonegra, fue fundada en 1735 por don Juan Antonio Cabanzo y de la Gándara y doña Josefa de Assas Venero. Se puede ver en la portada el escudo de armas de los Cabanzo y en la fachada, los escudos de Cabanzo, Assas y Hoyo.
Está construida en forma de «L» sobre una torre, y cuenta con una capilla, bajo la advocación de la Virgen de El Carmen.
Durante muchos años, cientos de niños madrileños de las colonias de San Jerónimo El Real, conocían las playas de Noja y veraneaban en unos pabellones anexos, con una dotación económica que mantenía muy en secreto D. Pablo de Garnica Echeverría, presidente durante muchos años del Banesto.
En la actualidad, el Ayuntamiento de Noja ha emprendido un programa destinado a la rehabilitación de este edificio con el objetivo de que albergue un centro multidisciplinar especializado en diferentes áreas como la investigación o el turismo. Está en marcha la primera fase de dicha restauración, que conservará los elementos arquitectónicos de valor del edificio, como la escalera del interior o los escudos de las fachadas.
Casona del Capitán Venero
Entrando en Noja, concretamente en el barrio de Cabanzo, escondida entre los árboles se encuentra la casa solar de Venero. Hoy casona Arnáiz, fue construida por el capitán D. Francisco de Venero y Cabanzo.
La casa de Noja tiene un evocador jardín de factura romántica y fue adquirida y restaurada por don Eloy Arnáiz de Paz, autor de varias piezas literarias, entre las que destaca el libro titulado “Del hogar solariego montañés”, maravillosa colección de pequeñas narraciones.
En la casona de Venero hay varios escudos. En el jardín, el de su casa incendiada de Santander, con armas de Castillo y Cabrera. También en el jardín, un rollo heráldico con lema «casa de Venero, año de 1693».
En la fachada, dos magníficas labras representan las armas de Cabanzo y Venero, respectivamente, y en un ángulo de la casa, sobre un cubo, las armas de Venero bajo una corona que sirve de timbre.
Don Pedro Assas y Venero se casó con doña Clara del Castillo y tuvieron un hijo, don Pedro de Assas y Venero, que vivió en la casona de Assas de Noja y fue comandante del puerto de Santander.
Los Venero siempre han estado muy vinculados a la Villa. Claro ejemplo de cariño y ligazón es el caso del capitán don Pedro de Venero, quien desde México envío 1.000 escudos de plata para fundar las escuelas de primeras letras. La viuda del capitán don Francisco de Venero, doña María Ana de Garvijos, fue patrona de las escuelas en 1717.
Iglesia de San Pedro
Está situada en la actual Plaza de la Villa y en el punto más alto de Noja. Su esbelta torre de estilo gótico trasmerano se divisa a lo lejos desde cualquier acceso a la Villa.
Hay documentación en los Cartularios de Santa María del Puerto de Santoña, que sitúa su construcción en el siglo XI, aunque los expertos la datan con fecha anterior a tenor del convento que la rodeaba y del que aún se conserva la capilla.
La torre renacentista es del maestro de Galizano, Pedro del Pontón, y fue realizada en las últimas décadas del siglo XVII.
El interior es una planta de crucero con tres naves, siendo la central más grande y alta. Su factura es gótica, con nervaduras diagonales recogidas en conchas. Cierra la obra un ábside semicircular.
En la nave de la izquierda se encuentra un hermoso monumento funerario con esculturas orantes que representan a don Gonzalo de Velasco y Castillo y su esposa doña María Fernández de Isla, ella con atuendo de campesina en su tocado. Son los antepasados de los actuales Marqueses de Velasco, cuya Casa Palacio preside una de las plazas más céntricas de la Villa.
El altar mayor es barroco, aunque sencillo y en su centro preside la imagen de San Pedro, patrono de la parroquia. A sus lados y con la categoría de co-patrones están los Santos Mártires, San Emeterio y San Celedonio, hijos de un centurión romano y que, por no abjurar de su fe, fueron decapitados. La tradición dice que sus cabezas aparecieron juntas en el puerto de Santander y sus cuerpos, también juntos, en Sevilla. Patronos hoy de la ciudad de Santander, sus cabezas presiden su escudo.
Culminan los altares laterales dos óleos de factura clásica, bien copiados, del descendimiento de Rafael, realizado por Joaquín Arnáiz y de Jesús y San Juan, niños, de Murillo, pintado por Zenón Ruigómez.
En Noja, acompañados por los danzantes, pitero y tamboril, San Emeterio y San Celedonio, salen en procesión el día 30 de agosto y dan vuelta a la iglesia, seguidos por el pueblo, mientras se echan las campanas al vuelo. Son las fiestas de Noja.
El interior es una planta de crucero con tres naves, la central más grande y alta. Su factura es gótica, con nervaduras diagonales recogidas en conchas. Cierra la obra un ábside semicircular.
En la nave de la izquierda se encuentra un hermoso monumento funerario con esculturas orantes que representan a Don Gonzalo de Velasco y Castillo y su esposa Doña María Fernández de Isla; ella con atuendo de campesina en su tocado. Son los antepasados de los actuales Marqueses de Velasco.
Puente Romano
Bajando hacia Trengandín, camino del barrio de Helgueras, atravesando las aguas de la Marisma Victoria, se conserva intacto un puente medieval, conocido popularmente como “el puente romano”, con hermosas dovelas, en arco apuntado, típicas de la época bajo-medieval.
Es una construcción gótica, de cinco ojos, aunque en la actualidad sólo se aprecian tres, el central y los laterales, ya que, por la variación del nivel del agua, no se divisan los más pequeños de los extremos.
Se cree que daba paso superior peonil y de caballería entre Trengandín y Helgueras.
Es de suponer que por debajo de él pasaban barcazas con trigo y maíz para la molienda en los dos molinos de marea que trabajaban en la marisma.
La Ermita de San Juan
La ermita de San Juan, situada en el barrio de Ris, se encuentra centrada en una amplia finca cerrada por un muro de mampostería.
Se trata de una edificación de planta rectangular, formada por dos cuerpos, uno cuadrado, de mayor altura, y otro más bajo y rectangular. La fábrica es de mampostería con refuerzo de sillería en los esquinales y el acceso.
Sus principales elementos arquitectónicos son el hueco de acceso y la espadaña que aloja la campaña, rematada por una cruz y dos pináculos. La fecha de su construcción, por el dibujo que forman sus dovelas, en arco apuntado, es bajo-medieval, al igual que de ese tiempo es el Puente Romano.
Ermita de San Nicolás
Cerca de la playa de Trengandín, en el barrio de Helgueras, se encuentran las ruinas de la ermita de San Nicolás, donde todavía se conserva parte de su cúpula construida por aproximación de hiladas, – ladrillos escalonados que van cerrando hacia el techo-, y una característica ventana ginezada -dividida en su mitad por una columna-.
Ermita de “San Pedruco”
Coronando la Isla de “San Pedruco”, fácilmente visible desde la costa, aún se conservan los restos de una antiquísima ermita, muy querida por los nojeñós, rodeada del huerto que usaban los frailes.
Antiguamente, la imagen del patrono de la Iglesia, San Pedro ad Víncula, presidía la ermita de “San Pedruco”. Eran tiempos de romerías en barco a la isla para trasladar el santo hasta la iglesia de Noja, con procesiones de rogativas, tanto para pedir lluvia en época de sequía, como para rogar su cese cuando arruinaba las cosechas.
Aquellas romerías dejaron de celebrarse, dicen los lugareños que tuvieron la suerte de contarlo, el día que vieron levantarse de repente unas olas tan inmensas que rompieron y volcaron los barcos que trasladaban a los romeros, produciendo tal catástrofe que desde entonces nunca volvió a celebrarse.
La ermita de San Pedruco tiene difícil acceso dentro de la isla, al estar rodeada de centenarias y enmarañadas higueras, que impiden avanzar si no es a golpe de machete, por túneles de arbustos.
Los gruesos muros de la ermita, cuya techumbre central es abovedada, se conservan en perfecto estado. Podemos destacar, en su rústica arquitectura, una ventana especialmente bonita y bien proporcionada, un banco corrido de piedra en los laterales del altar, una bóveda de medio cañón, exterior e interior, en muy buena conservación, y una cúpula central de cuatro gajos.